Había una vez, en un gran edificio, una familia de ratones que vivía felizmente en un pequeño agujero. El más joven de la familia era un ratoncito muy curioso y listo, que siempre soñaba con ayudar a los demás.
Un día, descubrió una clínica dental y empezó a visitarla en secreto. Observaba todo lo que hacía el dentista: cómo aliviaba dolores, trataba encías y hasta quitaba dientes. Aprendió tanto que pronto empezó a ayudar a otros ratones con sus dientes. No solo curaba a su familia, ¡sino que ratones de lugares lejanos venían a verlo!
Un día, un anciano ratón llegó muy preocupado.
—Ratoncito Pérez, ya no puedo comer. ¡Se me han caído todos los dientes! —dijo triste.
Pérez sintió un gran deseo de ayudarle, pero no sabía cómo. Se sentó a pensar y de repente tuvo una idea: ¿y si usaba dientes que los humanos no necesitaran? Rápidamente salió a buscarlos, pero al encontrar algunos, se dio cuenta de que eran demasiado grandes para los ratones. Desanimado, estaba a punto de rendirse cuando vio a un niño mostrando orgulloso un pequeño diente de leche que acababa de perder. ¡Era perfecto!
Esa noche, Pérez esperó a que el niño se durmiera. Con mucho cuidado, entró en su habitación y encontró el diente guardado bajo la almohada. El ratoncito lo miró con emoción, pero también sabía que no podía llevárselo sin más. Quería agradecer al niño su valioso diente, así que dejó una brillante moneda justo en su lugar.
Al amanecer, el niño despertó emocionado.
—¡Mi diente ha desaparecido, pero hay una moneda bajo mi almohada! —exclamó con alegría.
El niño corrió a contarlo a sus amigos, y la noticia se extendió rápidamente. Los niños de todo el mundo comenzaron a dejar sus dientes de leche bajo la almohada, sabiendo que el ratoncito Pérez vendría esa noche a recogerlos. Mientras tanto, Pérez utilizaba esos pequeños dientes para ayudar a los ratones mayores a recuperar su sonrisa y disfrutar de su comida favorita.
Y así, el ratoncito Pérez no solo se convirtió en un héroe para los ratones, sino también en el amigo mágico de todos los niños que, al perder un diente, saben que su pequeña contribución puede hacer maravillas en el mundo de los ratones.
Así nació la historia del Ratoncito Pérez, que recoge los dientes de leche de los niños para ayudar a los ratones mayores, dejando siempre una pequeña recompensa como agradecimiento. Y desde entonces, los niños que pierden un diente lo dejan bajo la almohada, sabiendo que el Ratoncito Pérez pasará a visitarlos esa noche.